viernes, agosto 03, 2007

La Venganza

Sus palabras caen como gotas de silencio en un estanque vacío, se pierden por los senderos del espacio y la lengua de los ecos la repite, para sepultarla en los rincones de la distancia.
Todas sus palabras son un estertor en el aire, una pequeña vibración que apenas arremete contra el silencio, para diluirse como un salivazo, en la arena caliente de la calle. Los muros se estrechan como una garganta por donde él endilga sus mensajes, pero nadie responde, sólo la abrumadora boca de la tarde se abre para tragarse la hostia roja de un sol crepuscular.
La brisa se vuelve oscura y fría; ronda sus entornos y le clava sus agujas en la espalda, el cansancio galopa desde adentro hacia fuera de su cuerpo, igual que su sangre que brota limpia, más roja que la ajena; desde un costado de su vientre borbotea, y se escapa por entre sus dedos que no logran contenerla.
El Cuerpo del hombre, tendido en el camino se adormece agonizante, como una tarde de abril que se pliega. Su voz enronquecida, ahora es sólo un murmullo leve que se apaga.
El fogonazo del disparo vino de tan cerca, que sus ojos alcanzaron a ver el rostro del muchacho. Pudo reconocerlo en esa fracción de segundos en que la bala cruzó esa breve distancia, vio su cara pintada de terror, mientras caía de espalda empujado por la fuerza del disparo.
Ahora sus ojos se nublan, como si un sueño profundo lo atacara, desde todos los lugares brotan de pronto rostros conocidos que lo miran, y el de un hombre que ríe, es el más persistente de todos, lo señala en el suelo, con su ropa de servicio ensangrentadas, y con la herida de bala por donde siente que se escapa su vida. Ríe, ríe mientras le muestra sus manos esposadas, luego llama al muchacho que aún tiene la pistola en la mano. El hombre sigue riendo y el muchacho sólo lo mira con sus ojos llenos de pánico al lado de su padre.

EL PATRON

Con pies ágiles, y pobremente calzados, va quebrantando la escarcha esparcida en el amanecer frío, la brisa la abraza generosa, atraviesa sus ropas livianas y desvanece la tibieza de su cuerpo juvenil que se entumece. Camina erguida, digna, hermosa, por un sendero que serpentea por los potreros desnudos, deshojando un presagio negro en su mente de niña.
Tai bonita María,- la había dicho el patrón unos días atrás, mientras su mirada lasciva la recorría entera.
También lo vio ayer, atisbándola de lejos, como queriendo aprenderse la ruta que hacía cada mañana para irse a la escuela. Semi oculto, entre los arrayanes del bajo simulaba revisar unas cercas mientras la espiaba.
La Eulalia, tenía su edad cuando el patrón la tomó para sus servicios, nadie le dijo nada, se la llevó a su casa, y más tarde, la casó con el celador de las aguas, así sabía a que hora estaba sola... Pero ella, ella no, no, ella no sería como la Eulalia, ella tenía otras ideas, se iría un día del fundo a probar suerte en algún empleo del pueblo, para no llenarse de chiquillos, para no ser como su madre que envejeció tan joven, para no vivir tan miserablemente sin otro horizonte. que no sea, el hollín de la cocina.
Iba sumida en sus cavilaciones, ajena al entorno del camino, guiada por la costumbre de recorrerlo tantos años. Giraba una pequeña hondonada cuando una mano firme la aprisionó del brazo y la tiro con fuerzas hacia un árbol añoso que se erguía solitario. Sus ojos empañados de odio, chocaron con el rostro regordete del patrón que la miraba perversamente, pero ella no se intimidó, permaneció serena, mientras la mano velluda del hombre acariciaba su pelo.
- No te asustís que no te va a pasar nada – de dijo en voz baja, y continuó – Y pórtate bien para que tu papá siga trabajando en el fundo...
Enseguida el patrón se quitó el poncho lo tendió en el suelo, y acomodó a la muchacha para arremeterla brutal, desalmado, irracional...
Sobre el tapiz blanco del potrero rodaron entrelazados, el grito desgarrado de la niña violentada, y el alarido enronquecido de dolor del patrón que caminaba tambaleándose mientras trataba de quitar un cuchillo de su pecho, que se ve cada vez más ensangrentado.

Maximiliano.
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