viernes, agosto 03, 2007

EL PATRON

Con pies ágiles, y pobremente calzados, va quebrantando la escarcha esparcida en el amanecer frío, la brisa la abraza generosa, atraviesa sus ropas livianas y desvanece la tibieza de su cuerpo juvenil que se entumece. Camina erguida, digna, hermosa, por un sendero que serpentea por los potreros desnudos, deshojando un presagio negro en su mente de niña.
Tai bonita María,- la había dicho el patrón unos días atrás, mientras su mirada lasciva la recorría entera.
También lo vio ayer, atisbándola de lejos, como queriendo aprenderse la ruta que hacía cada mañana para irse a la escuela. Semi oculto, entre los arrayanes del bajo simulaba revisar unas cercas mientras la espiaba.
La Eulalia, tenía su edad cuando el patrón la tomó para sus servicios, nadie le dijo nada, se la llevó a su casa, y más tarde, la casó con el celador de las aguas, así sabía a que hora estaba sola... Pero ella, ella no, no, ella no sería como la Eulalia, ella tenía otras ideas, se iría un día del fundo a probar suerte en algún empleo del pueblo, para no llenarse de chiquillos, para no ser como su madre que envejeció tan joven, para no vivir tan miserablemente sin otro horizonte. que no sea, el hollín de la cocina.
Iba sumida en sus cavilaciones, ajena al entorno del camino, guiada por la costumbre de recorrerlo tantos años. Giraba una pequeña hondonada cuando una mano firme la aprisionó del brazo y la tiro con fuerzas hacia un árbol añoso que se erguía solitario. Sus ojos empañados de odio, chocaron con el rostro regordete del patrón que la miraba perversamente, pero ella no se intimidó, permaneció serena, mientras la mano velluda del hombre acariciaba su pelo.
- No te asustís que no te va a pasar nada – de dijo en voz baja, y continuó – Y pórtate bien para que tu papá siga trabajando en el fundo...
Enseguida el patrón se quitó el poncho lo tendió en el suelo, y acomodó a la muchacha para arremeterla brutal, desalmado, irracional...
Sobre el tapiz blanco del potrero rodaron entrelazados, el grito desgarrado de la niña violentada, y el alarido enronquecido de dolor del patrón que caminaba tambaleándose mientras trataba de quitar un cuchillo de su pecho, que se ve cada vez más ensangrentado.


Maximiliano
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