sábado, septiembre 25, 2010

EN BARBECHO

Sondea la luna el rezago de tristeza que se bate en retirada,
purifica en su estaño el desolado piélago que se abre,
praderas machacadas por soles ausentes que se desvanecen.
mientras las barren prolijamente, las manos del viento.

Los huesos tendidos sobre un lecho de alabastro
pierden compostura frente al Orión
que se empina para mirar mi sur helado.
Desestimo otro refugio,
que no sea un cielo puro de hondura multiplicada,
y por abrigo el cierzo que campea soberano.

Rotula la paz campechana y tranquila de la noche,
el canto del ave nocturna que pasa,
cuchillo que rasga los velos mortecinos,
y se traga la boca siempre abierta de silencio.

Hay dentro de todo este bucólico envoltorio,
una voluntad oculta y sesgada,
deseos palpitando en el corazón caliente
de esta tierra húmeda y agostada de escarcha,
que purifica el viento y la luna.

Sobrevivo apretujando entre las manos,
cóncavas esferas de luces apagadas,
sueños caducados por despertares violentos,
hambres que minaron la resistencia de otras épocas.

Me amparo bajo los reflejos argentados
de una luna que trepa por la colina del espacio,
soy como un minúsculo terrón
que sobrevive a la vera del barbecho
con semillas derramadas en su entorno,
fugado de todos los surcos abiertos
árido, huraño, escondido en los sosiegos solitarios
estrujando ansiedades que se desvanecen,
perpetuando los dolores que se quedan
y ser como la luz añeja que se renueva cada día.
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