domingo, mayo 06, 2007

Canta el zorzal
escondido en el ramaje,
lo busca el ojo
del cazador artero,
que esconde
la certera piedra entre sus manos.
Secretamente sus pies pisan
sobre las hojarascas y los pastos secos.
El silbido de su canto se eleva,
sobre el arrebol de la tarde que desciende.
Cancionero se empina
sobre la rígida vara ,
y perfila sus trinos
sobre la tarde de sombras heridas.
Y el cazador se arrima
hurtando su tétrica figura
de los ojos negros que deliran
en el gorjeo final del día.
Rasga el aire como un puño certero,
el peñasco dirigido
por las hábiles y mañosa manos
La tarde termina de caer en silencio,
a lo lejos un hombre silva contento,
su canto es torpe,
y su alegría
es el llanto contenido de la noche
en el rocío.

MAximiliano....
>