martes, julio 15, 2008

Vengo con los ojos cansados
de chocar en las paredes,
de atravesar el hueco de las mismas ventanas,
de adsorber la brisa nocturna,
y ver la sombra de las estrellas.

Necesito ahora,
las bucólicas lunas de menguantes,
los ríos bramadores en las venas,
desaguar con los ojos los lagos australes,
y no sentirme vacío sin tus palabras.

Zozobro anclado en esta espera incontenida,
en este doloroso encuentro con la nada,
en la plegada e insuficiente luz que cada día,
me envuelve desde el cóncavo cristal de una lámpara.

Me sobra esta pasiva vida citadina,
este remilgo insufrible que no es vida,
estación parasitaria de mis días que se alargan y alargan
sin verterme por las cumbres andinas.

Me cuesta sobrevivir en este asedio sin tus ojos,
deseo una forma de sentirme liberado sin tus manos,
de escaparme por los torrentes de la lluvia,
fugarme en los ecos de los truenos,
de llorar amargamente sobre las praderas de tu nombre,
y sentirme dueño de las ásperas soledades que laceran.
-
Te quiero mía, ahora que te quiero,
mas allá de los eslabones que te atán,
de la intransigencia realidad que me aplasta,
Te quiero mía sin reservas
sin horarios sin tiempos controlados,
parar amansar juntos el viento y las nubes,
y romper la noche cuerpo a cuerpo
frente a la promesa de un beso…
debajo de una luna amarilla de invierno.

fin

Maximiliano.
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